No hubo manera de contabilizar el número exacto de orgasmos musicales por minuto que se experimentaron durante el ‘Desert Trip’, aunque sí es legítimo dar por hecho que ahora el mundo es un lugar un poquito más afable que antes del festival. Más de 70,000 personas salieron del recinto en el que tocaron varios de los miembros de la generación más influyente de la historia de la música con los mofletitos rojos de placer, con temblores de piernas y empapados en sudor. Esas personas, nosotros, seremos los encargados de ponerle buena cara al inicio de la semana, porque sencillamente salimos del festival bien ‘follaos’.

Si existiera un medidor orgásmico, éste hubiera estallado en varias ocasiones durante las actuaciones de Neil Young y Roger Waters. Con el permiso de sus colegas, esas fueron las dos joyas de un elenco deslumbrante que cumplió con las expectativas previas. Era inimaginable cualquier viso de decepción en un evento que incluyó a Bob Dylan, The Rolling Stones, Paul McCartney, The Who, al exmiembro de Pink Floyd y a Young.

Lo del canadiense fue espectacular y no hubo quien se atreviera a decir lo contrario en los corrillos de expertos. La media de edad de los asistentes al festival fue de más de 50 años y cualquier conversación trivial sobre música tuvo un componente intelectual con argumentaciones sabias. Eso sí, aquella intelectualidad se volvió mundana a la hora de valorar si votar a Hilary Clinton o a Donald Trump en las elecciones estadounidenses. Será que el debate político no da para más y eso se extiende a la calle.

NO PASAN LOS AÑOS PARA NEIL YOUNG 

Young hizo gala de su condición de activista y dejó clara su postura al respecto (por si quedaba alguna duda de ello). Antes de que comenzara el bolo, la decoración del escenario destapó su declaración de intenciones. Ornamentos añejos con la imagen de un gigante saco de semillas de trigo en el centro y dos tipis (tiendas de campaña de los nativos americanos) a los lados hablaron por sí solos. Trump no escaparía de las garras de un viejo rockero comprometido.

“Regresen mañana (por el domingo) Roger construirá un muro que hará a México grande de nuevo”, afirmó ante un público dividido políticamente y fiel a los acordes del norteamericano.

El canadiense desgarró su guitarra con una maestría sensacional y nos deslumbró con una voz imperecedera mientras entonó clásicos como ‘Rocking On a Free World’, ‘Down By The River’, ‘Words in Between Lines’, ‘Harvest Moon’, ‘Heart Of Gold’ y un largo etcétera. Lo hizo junto a la banda ‘Promise Of The Real’, un grupo de veinteañeros prodigiosos que secundaron a Young con soltura y la potencia necesaria para que el mensaje del compositor se oyera alto y claro. Los miembros de la banda de Los Ángeles disfrutaron cada segundo del concierto junto a su ídolo y fue gratificante que una leyenda como Young, con 70 años de edad, siga disfrutando de la música mientras comparte punteos con gente 45 años más joven que él. Ver que dos generaciones tan distanciadas temporalmente estén tan unidas por la música es una bendición de los dioses del rock.

Esas reivindicaciones que tanto se echaron de menos el viernes durante las actuaciones de Dylan y los Rolling y que tuvieron algo más de fuelle el sábado con Young y de manera diminuta con un McCartney que no pasó de la mención especial a la comunidad negra estadounidense mediante unas breves palabras antes de entonar el ‘Blackbird’, vivieron su clímax con Waters. Mezcló esas ansias de reclamo y excelencia musical llevando al límite su ímpetu disconforme.

El ex de Pink Floyd brindó un espectáculo sensacional en todos los niveles: el visual, el sonoro y en cuanto al contenido. Fue capaz de envolver a la audiencia en los sonidos más ‘pinkfloidianos’ a base de magistrales guitarras, de sintetizadores con los que reventaron los pechos de los presentes, de unas armonías vibrantes y la compañía de dos voces femeninas arrolladoras que clavaron ‘The Great Gig in the Sky’. El escenario se convirtió en una enorme fábrica con chimeneas humeantes que cambió de color en varias ocasiones. El momento más arriesgado y valorado por muchos fue la sustancia política con la que coloreó su actuación.

ROGER WATERS SE MOFÓ DE DONALD TRUMP

Waters desnudó a Trump, le ridiculizó mostrándole con un micro pene, le caricaturizó, le convirtió en un globo con forma de cerdo, le llamó mentiroso, racista, sexista, ignorante y le cantó con esas letras atemporales que igual sirvieron para acribillar al ‘establishment’ de la postguerra como al actual. Hay cosas que nunca cambian y por eso no pasan de moda. El músico también tuvo tiempo para exigir a Israel que abandone Palestina (hecho que le costó una reacción negativa por una minoría del público), leyó un poema que dijo haber escrito en la segunda legislatura de George Bush Jr (Why Cannot the Good Prevail), donde abogó por la causa palestina que siempre ha defendido. Waters usó el privilegio de estar en un escenario frente a miles de personas para ser activista, y eso es de lo más valorable.

El inglés cumplió con creces ante la responsabilidad de cerrar el festival. Antes, The Who sacaron a relucir su repertorio con unas maneras muy de McCartney: la de contar sus batallitas entre tema y tema. Pete Townshead fue el maestro de ceremonias en todo momento y consiguió conectar ante una audiencia rendida a los clásicos ‘My Generation’, ‘The Kids Are Alright’, ‘Pinball Wizard’, Baba O´Riley’ o ‘Won´t Get Fool Again’, con la que pusieron el broche de oro a su actuación.

Más allá de los orgasmos musicales, será imposible olvidar las puestas de sol de Indio, California, y la manera en la que las montañas abrazaron este idílico emplazamiento; la buena atmósfera de un festival maduro y nada narcisista; la gran organización; el impecable sonido y la consideración al público que se encontraba en las zonas más alejadas; el ‘You Can´t Always Get What You Want’ de los Rolling y su versión de los Beatles de ‘Come Together’; la vibrante conexión entre McCartney y Young cuando tocaron ‘A Day In The Life’, ‘Give Peace A Chance’ y ‘Why Don´t We Do It On The Road?’; la interpretación del primer tema que grabaron los Beatles en su carrera (‘In Spite Of All The Danger’); el rasgamiento de un Dylan que a sus 75 años de edad sigue haciendo lo que puede sobre el escenario; la actuación de Waters al completo…

Hay tantos momentos que concluido el primer fin de semana del Desert Trip nos queda la convicción de que hemos sido testigos de una experiencia que será única e irrepetible. Quién sabe si el futuro colocará a este evento a la altura de Woodstock 69′, Newport Folk Festival 65′,  Live Aid 85′ o Monterrey 67′. Son varios los argumentos para que esa lista se amplíe: el espectacular elenco de artistas, el componente social y político, el contexto, la singularidad de algunas actuaciones que quedarán para el recuerdo, la energía deplegada y esa sensación atmosférica constante en la que siempre se dio por hecho que este festival será eterno.